La variedad rítmica en «Hay un país en el mundo», poema de Pedro Mir

portada blog Pedro MirEl objetivo de este trabajo es destacar la dimensión rítmica del poema Hay un país en el mundo, de Pedro Mir, poeta nacional de la República Dominicana.

El texto en cuestión es, sin lugar a dudas, el más comentado del autor, por lo que representa un verdadero desafío decir algo que otro no haya dicho ya. Sin embargo, en todos los comentarios que he leído sobre este poema he visto un hueco, un vacío inexplicable: nunca se profundiza en el ritmo, alma innegable de toda composición poética.

El hombre Pedro Mir nació en 1913, en San Pedro de Macorís; pero el poeta Pedro Mir nació el 19 de diciembre de 1937, en la página dominical del Listín Diario, dirigida por Juan Bosch. Es harto sabido entre los hombres de letras que allí el autor de Hay un país en el mundo fue profetizado por el profesor Juan Bosch con estas palabras: «¿Será este muchacho el esperado poeta social dominicano?». Y, en efecto, ese muchacho llegó a ser el más grande poeta social dominicano.

En sus poemas, Pedro Mir siempre mostró una inquietud estética hiperbólica; tan así era que ya en sus primeros trabajos exhibía un dominio extraordinario del verso. Esa inquietud estética, esa «ansia de perfección» de la que hablaba Pedro Henríquez Ureña, lo llevó a convertirse en uno de los primeros y mejores estetas del país.

Sus poemas gozan todos de una belleza sideral; pero, como sucede con cada autor, hay en su obra algunos que sobresalen debido a su complejidad rítmica.

Según el novelista y dramaturgo Efraín Castillo, Hay un país en el mundo es uno de los tres mejores poemas de Mir. Los otros dos son Contracanto a Walt Whitman y Amén de Mariposa. Estoy totalmente de acuerdo con las apreciaciones de Castillo; no obstante, creo que, para ser más justos, debemos agregar a la lista el poema A Julia sin lágrimas.

Pienso que estos son los cuatro mejores poemas de Mir. Pero ese es otro tema.

Hay un país en el mundo fue escrito en Cuba. Desde el primer verso se nota la nostalgia del hablante lejano. Y ese primer verso, con su nostalgia y todo, nos recuerda un verso de Vallejo, debido al parentesco rítmico. Veamos la comparación:

Pedro Mir empieza su poema así: «Hay un país en el mundo».

Y Vallejo inicia uno suyo así: «Hay, madre, un sitio en el mundo…».

Quien aquí no vea la influencia vallejiana está intelectualmente ciego. Basta quitar el vocativo «madre» y tendremos prácticamente el mismo verso. Y no ha de sorprendernos esa influencia: Vallejo fue un poeta social de América; Mir también lo fue.

El poeta describe el infierno que vivía República Dominicana en ese momento. No olvidemos que el poema fue escrito en 1949, cuando Trujillo intensificó exponencialmente su tiranía. El poema describe una tragedia nacional, y, ¿por qué no?, universal, pues cualquier mal que se comete contra la libertad de un hombre, una familia o un país es un mal que se comete contra toda la humanidad.

Pero Mir no escribe como los demás. Y, es más, en este poema hasta escribe diferente a sí mismo. Usó un modo único para referirse a una tragedia única en un país único. Muy a menudo, los «estudiosos» se refieren a Hay un país en el mundo como si este fuese un poema en verso libre. Nada más lejos de la realidad. Este poema de largo aliento (tiene doscientos sesenta y seis versos) es una ingeniosa mezcla de distintos metros.

A veces, el poeta canta en lo que parece ser un verso tan libre que roza la prosa, pero dentro de ese versolibrismo aparente hay una métrica escondida.

II

En la primera parte del poema, desde el primer verso hasta el treinta y cuatro, el poeta hace una descripción geográfica de Re. Dom:

Bien

un país en el mundo

metido

en el mismo trayecto del sol.

 

»Sencillamente

frutal. Fluvial. Y material. Y sin embargo,

sencillamente tórrido y pateado

como una adolescente en las caderas.

Sencillamente triste y oprimido».

 

»Y entre tanto

cuatro cordilleras cardinales

y una inmensa bahía y otra inmensa bahía,

tres penínsulas con islas adyacentes,

un asombro de ríos verticales,

y tierra bajo los árboles y tierra

bajo los ríos y en la falda del monte

y al pie de la colina y detrás del horizonte,

y tierra desde el cantío de los gallos

y tierra bajo el galope de los caballos,

y tierra sobre el día, bajo el mapa, alrededor

y debajo de todas las huellas y en medio del amor».

Basta una lectura atenta para notar el ritmo especial en estos versos. Es cierto que el poeta hace algunas rupturas de sirrema, pero cuando se escande bien el poema, sin tomar en cuenta la fragmentación arbitraria —al margen de la ley de la sintaxis—, veremos que los primeros tres apartados del poema van desde los versos trisílabos a los octodecasílabos. El poema empieza dando apariencia de verso libre, para luego hacer un cambio brusco de ritmo. Después de decir que falta una canción, el poeta hace esa canción:

«Plumón de nido nivel de luna,

salud del oro guitarra abierta,

final de viaje donde una isla

los campesinos no tienen tierra.

 

»Decid al viento los apellidos

de los ladrones y las cavernas,

y abrid los ojos donde un desastre

los campesinos no tienen tierra.

 

»El aire brusco de un breve puño

que se detiene junto a una piedra

abre una herida donde unos ojos

de campesinos no tienen tierra.

 

»Los que la roban no tienen ángeles

no tienen órbita entre las piernas

no tienen sexo donde una patria

de campesinos no tienen tierra.

 

»No tienen paz entre las pestañas

no tienen tierra, no tienen tierra».

Es una canción escrita en romance decasílabo (el romance siempre se escribió en octosílabo o en endecasílabo). La maestra Marlene Gottlieb, en su trabajo «Estructura rítmica de Hay un país en el mundo de Pedro Mir» dice que esta canción está compuesta por «4 cuartetas decasilábicas (con rima de romance asonante e-a en los versos pares) rematadas con una estrofa de dos versos decasílabos». Pero no. Esto es romance puro y simple. La cuarteta es otra cosa. Aquí Pedro Mir utiliza la rima asonante alternada del romance y no consonante abrazadas el cuarteto.

Después de este romance, Mir introduce otra canción en la que mantiene el decasílabo, pero agrega un nuevo elemento rítmico: un estribillo pentasílabo:

«Miro un brusco tropel de raíles

son del ingenio

sus soportes de verde aborigen

son del ingenio

y las mansas montañas de origen

son del ingenio

y la caña y la yerba y el mimbre

son del ingenio

y los muelles y el agua y el liquen

son del ingenio

y el camino y sus dos cicatrices

son del ingenio

y los pueblos pequeños y vírgenes

son del ingenio

y los brazos del hombre más simple

son del ingenio

y sus venas de joven calibre

son del ingenio

y los guardias con voz de fusiles

son del ingenio

y las manchas de plomo en las ingles

son del ingenio

y la furia y el odio sin límites

son del ingenio

y las leyes calladas y tristes

son del ingenio

y las culpas que no se redimen

son del ingenio

veinte veces lo digo y lo dije

son del ingenio

«nuestros campos de gloria repiten»

son del ingenio

en la sombra del ancla persisten

son del ingenio

aunque arrojen la carga del crimen

lejos del puerto

con la sangre el sudor y el salitre

son del ingenio».

 

Es como si el poeta quisiera dejar bien claro que todo en este país fluvial es del gran jefe que personaliza el Estado, incluso cuando «la tierra brota y se derrama como una vena rota». Después de esta canción, el poeta cambia bruscamente de ritmo y utiliza versos más variados, más de arte mayor y más polimétricos, desde endecasílabos hasta octodecasílabos.

Este es sin dudas un poema rebosante de ritmo. Pero lo que más me interesa resaltar es que Pedro Mir se las arregla para introducir en el universo de la polimetría la heterometría. Lo que prueba, fuera de toda duda razonable, que el verso irregular puede convivir perfectamente con el regular. Peca de ignorante quien desdeñe el verso métrico solo porque, según algunos, limita al poeta. Todo verso tiene una medida porque, como dice PHU en sus Estudios métricos, no existe la prolongación indefinida. El secreto está en descubrir esa medida. Y no es difícil. Solo hay que saber escandir.

Estoy parcialmente de acuerdo con Marlene Gottlieb (ibídem) cuando afirma que en el poema la mayoría de los versos «son heptasílabos». Pero también hay versos alejandrinos y varios tipos de endecasílabos. De ahí se concluye que aproximadamente el 83 % del poema está hecho de unidades rítmicas regulares, es decir, versos tradicionales.

Si hasta ahora la variedad rítmica del poema nos ha impresionado, falta mucho por ver. Por ejemplo, dentro del poema Mir introduce estrofas tan complejas como el soneto:

1

 

«Y así, palor de luna, pasajeros

despoblados y agrestes del rocío,

van montañas y valles por el río

camino de los puertos extranjeros.

 

»Es verdad que, en el tránsito del río,

cordilleras de miel, desfiladeros

de azúcar y cristales marineros

disfrutan de un metálico albedrío,

 

»y que al pie del esfuerzo solidario

aparece el instinto proletario.

Pero ebrio de orégano y de anís

 

»y mártir de los tórridos paisajes

hay un hombre de pie en los engranajes.

Desterrado en su tierra. Y un país

 

2

 

»En el mundo fragante, colocado

en el mismo trayecto de la guerra.

Traficante de tierras y sin tierra.

Material. Matinal. Y desterrado.

 

»Y así no puede ser. Desde la sierra

procederá un rumor iluminado

probablemente ronco y derramado.

Probablemente en busca de la tierra.

 

»Traspasará los campos y el celeste

dominio desde el este hasta el oeste

conmoviendo la última raíz.

 

»Y sacando los héroes de la tumba

habrá sangre de nuevo en el país.

Habrá sangre de nuevo en el país».

 

El segundo soneto es algo particular: para las primeras dos estrofas usa el esquema tradicional de los cuartetos. Pero inicia el primer terceto con un pareado, luego conecta el tercer verso del primer terceto con los últimos dos del segundo terceto (otro pareado) dejando huérfano al primer verso del segundo terceto. De modo que los esquemas de los sonetos son los siguientes:

1: ABBA BAAB CCD EED

2: ABBA BAAB CCD  EDD

Y después de los dos sonetos, encadenados a estos, sin más pausa que la versal, el poeta lanza para rematar cuatro cuartetos encantadores:

 

«Y esta es mi última palabra. Quiero

oírla. Quiero verla en cada puerta

de religión, donde una mano abierta

solicita un milagro del estero.

 

»Quiero ver su amargura necesaria

donde el hombre y la res y el surco duermen

y adelgazan los sueños en el germen

de quietud que eterniza la plegaria.

 

»Donde un ángel respira. Donde arde

una súplica pálida y secreta

y siguiendo el carril de la carreta

un boyero se extingue con la tarde.

 

»Después no quiero más que paz. Un nido

de constructiva paz en cada palma.

Y quizás a propósito del alma

el enjambre de besos y el olvido».

 

III

En fin, es mucho lo que podemos decir sobre la variedad rítmica de este poema, pero creo que la prudencia nos exige que vayamos concluyendo. Eso sí, no sin antes señalar que es un poema rico en figuras literarias, lo cual aporta todavía más valor a la obra. Aparte de la aliteración, recurso más utilizado, hay mucho más. Por ejemplo:

a. Anáfora: se repite la palabra «sencillamente» para enfatizar la simplicidad del país descrito.

b. Polisíndeton: se utiliza la repetición de la conjunción «donde» para crear una sensación de acumulación y multiplicidad.

c. Símil: se compara al país con un «ala de murciélago» y «el rastro del beso en las solteras antiguas» para describir su claridad.

d. Enumeración: se hace una lista de las características geográficas del país para dar una imagen detallada y completa del mismo.

e. Hipérbole: se habla de «un asombro de ríos verticales» para enfatizar la gran cantidad de ríos que tiene el país.

f. Personificación: se describe la tierra como si fuera una persona que «se derrama y cruje como una vena rota».

No podemos mencionarlas todas, pero también hay anáforas, metáforas, hipérbaton, sinestesia, etc.

Son esas cualidades que hacen de este poema uno de los más aclamados del autor. Sin embargo, no estoy de acuerdo con que este sea el mejor poema de la literatura dominicana, aunque sí estoy convencido de que es el de mayor variedad rítmica, no solo en la obra del autor, sino en toda la literatura vernácula, comparable solo con Las vírgenes de Galindo, del también insigne Félix María Delmonte.

En cuanto a calidad literaria, considero que cualquiera  entre el Contracanto a Walt Whitman, Amén de mariposas, A Julia sin lágrimas y El huracán Neruda lo supera. Pero, ¡qué importa! Me basta con que haya poesía en el poema.

Miguel Contreras.

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