1.1 Hiato o dialefa
Decíamos en la primera parte, que cuando una palabra termina en vocal y la siguiente empieza en vocal, tiene lugar la sinalefa. Pero no siempre que dos vocales se encuentren se hará sinalefa. Existe el hiato, palabra proveniente del latín hiātus que significa, entre otras cosas, «interrupción o separación espacial o temporal», «secuencia de dos vocales que se pronuncian en sílabas distintas», «disolución de una sinalefa, por licencia poética, para alargar un verso». (RAE). De manera que es una pausa, una grieta, una fisura.
El hiato es, incluso, podríamos decir, anterior a la sinalefa, pues esta no se usaba en la edad media, lo cual significa que, por defecto, donde quiera que debía ir sinalefa, había hiato. Larga es la trayectoria del hiato, sin embargo, hay algunos tratadistas que desaconsejan su uso, entre ellos José Ángel Buesa que nos dice: «este recurso de versificación nunca es aconsejable, porque debilita la secuencia armónica».
1.2 Hiato y acentuación
Pese a las opiniones negativas, el hiato no es un capricho de la prosodia, sino más bien una exigencia de la fonética en determinadas circunstancias. No hace falta ser un experto para notar lo forzada que resulta una sinalefa cuando una de las dos vocales involucradas es tónica. Para evitar esa dificultad, recurrimos al hiato. De manera que, indiscutiblemente, el acento rítmico muy marcado en una de las vocales involucradas favorece al hiato o dialefa. Veamos un ejemplo:
Así ocurre en el siguiente verso de:
«Yhu/yó/ su/al/maa/ la/man/sión/di/cho/sa».
(El estudiante de Salamanca, Espronceda)
La palaba «su» termina en vocal y «alma» empieza en vocal. Se encuentran dos vocales, pero no hay sinalefa, porque «al» de alma es tónica (aunque el acento no se marca (prosódico) ya que se trata de una palabra llana terminada en vocal). De manera que aquí tenemos un hiato favorecido por el acento.
Es importante destacar que si bien es cierto que hay condiciones estilísticas objetivas que favorecen al hiato, también puede suceder que el autor decida recurrir al hiato como licencia para lograr las medidas exactas de un verso.
1.3 Hiato y cesura
El mejor y más importante uso del hiato es, sin lugar a dudas, la cesura. Porque si en otros casos puede ser opcional, aquí no. La cesura, o esa pausa convencional entre los dos hemistiquios de que consta un verso compuesto, es obligatoria. Algunas personas hacen sinalefa entre los dos hemistiquios que componen un verso, pero eso es un error hijo de la ignorancia. Para quienes no están familiarizados con estos conceptos, lo expresaremos desta forma: los versos de arte mayor, excepto el endecasílabo, se componen de dos partes (incluso más) de menor longitud.
1.4 El hiato y el verso compuesto
Como ejemplo de versos compuestos tomaremos el alejandrino, gracias a los modernistas, el más popular. Este verso consta de 14 sílabas métricas, pero está compuesto por dos mitades (hemistiquios) de 7 sílabas cada una, separadas por una cesura (pausa). Si el primer hemistiquio termina en vocal y el segundo empieza en vocal, no se hace la sinalefa: siempre hay hiato. Cada hemistiquio se escande como si fuera un verso diferente. Veamos:
«La mujer que yo amo/ está de malhumor».
Cada mitad (hemistiquio) tiene justo 7 sílabas. Nótese que, aunque «amo» termina en vocal y «está» empieza en vocal, no se hace sinalefa. Jamás se hace. Lo mismo que puede decirse de cualquier verso compuesto, en cuanto a cesura. Yo lo he dicho.
2. Sinéresis
En palabras de José Domínguez Caparrós, la sinéresis consiste en la unión, para formar una sílaba métrica, de dos vocales contiguas que no forman diptongo en el interior de una palabra. Y acto seguido cita un verso de Góngora, para ejemplificar:
«de nocturno Faetón carroza ardiente».
(Soledad Primera)
La escansión correcta de este verso sería:
«de/noc/tur/no/Fa/e/tón/ca/rro/zaar/dien/te»
porque la sílaba métrica «fae» reúne dos vocales que gramaticalmente no forman diptongo; es decir, pertenecen, a sílabas diferentes: Fa-e-tón. Pero Góngora recurre a la sinéresis como licencia y el verso pasa a leerse así:
«de/noc/tur/no/Fae/tón/ca/rro/zaar/dien/te».
Eso es la sinéresis: contracción prosódica mediante la traslación del acento. Esta puede convertir en bisílaba una palabra normalmente trisílaba(Buesa). Ejemplo ya tenemos: «fae-tón» por «fa-e-tón».
Algunos autores condenan el uso de la diéresis. Tal es el caso de Ricardo Jaimes Freyre, quien llegó a sostener, sin ninguna atenuante, que no hay verso bueno con ella. No discutiré si esto es cierto o no, pero sí recomendaré evitarla siempre que sea posible, en favor de la estética y el ritmo del verso.
- La diéresis
Así como la dialefa (hiato) es el fenómeno opuesto a la sinalefa, la diéresis es lo contrario de la sinéresis. La diéresis consiste en pronunciar en silabas distintas dos vocales que naturalmente forman parte de una misma sílaba. Es decir. Deshace el diptongo (dos vocales que se pronuncian juntas) para hacer de dos sílabas diferentes.
Sobre esta licencia, como ocurre con otras, no se han puesto de acuerdo los tratadistas. Algunos, como Aguado, Riquer, 1950: 9-10; Jaimes Freyre, y Buesa, la desaconsejan rotundamente. Pero otros, como Obligado, destacan su capacidad para lograr un efecto espiritual previsto, que, por tanto, revela destreza y maestría en quien sabe utilizarla.
Creo que ese es el meollo del asunto: saber o no utilizarla. Si no se la domina bien, lo mejor renunciar a ella. Porque, si bien puede ayudarnos mucho, también puede perjudicarnos, como todas las otras licencias.
José Domínguez Caparrós sostiene que el empleo de la diéresis es propio de un uso culto del lenguaje, y, al oponerse a las tendencias naturales de la pronunciación, es artificio de gran expresividad en el verso.
No debemos olvidar este fenómeno suele marcarse ortográficamente con dos puntos (¨) sobre la vocal cerrada del diptongo que se rompe; esos dos puntos se denominan diéresis o crema, y también tienen otros usos que nada tienen que ver con la Métrica. Tomemos como ejemplo este verso de Góngora:
«Quea/bre/vï/a/rael/sol/en/u/naes/tre/lla».
(Soledad Primera)
La escansión natural normal de este verso sería:
«Quea/bre/via/rael/sol/en/u/naes/tre/lla».
Pero como así quedaría corto, el poeta deshace, por diéresis, el diptongo, dividiendo en dos la sílaba «via».
También es importante destacar que nos siempre los poetas marcan gráficamente la diéresis. Veamos este verso endecasílaba de Lope de Vega:
«el libio atentamente y el sueco»
La escansión normal de este verso sería:
«el/li/bioa/ten/ta/men/tey/el/ sue/co»
pero así el verso quedaría corto, y para corregir eso él divide el diptongo de la sílaba «sue», y pasa a decir su-e-co. Desta manera el verso alcanza sus 111 sílabas métricas:
«el/li/bioa/ten/ta/men/tey/el/ su/e/co»
Otros ejemplos de versos con diéresis son:
«llamando al cielo cruel y matador»
(Égloga I, Diego Hurtado de Mendoza).
Diéresis en «cru-el».
«Negras violas, blancos alhelíes».
(Luis de Góngora).
Diéresis en vi-o-la.
Ambos versos, sin la diéresis quedarían cortos. Por eso los poetas, expertos en la materia, recurrieron a ella como licencia. Los clásicos la usan hasta el hartazgo. Nosotros podemos usarla si lo deseamos, pero no debemos jamás avisar de ella.
- Ley de finales
Llamo ley de los finales a lo que otros llaman «compensación silábica». Esta ley establece lo siguiente:
- Si un verso es oxítono (que termina en palabra aguda), la última sílaba vale por dos. Por ejemplo:
«Ya/can/sa/do/de/ser/mi/co/ra/zón». 10+1
Cuando contamos las sílabas de este verso, nos dan 10. Pero como es un verso oxítono (que termina en palabra oxítona), y la última sílaba se cuenta doble, tenemos un endecasílabo (verso de 11 sílabas).
- Cuand0 el verso es paroxítono (terminado en palabra graves o llana) se cuentan las sílabas reales existentes. Ejemplo:
«Yo/ voy/ so/ñan/do/ ca/mi/nos» (8 sílabas)
(Antonio Machado)
- Cuando el verso termina en palabra proparoxítona (esdrújula), se le resta una sílaba. Ejemplo:
«Ya no soporto, amor, tu luz melífica». 12-1
Al escandir este verso, vemos que tiene 12 sílabas, pero como es proparoxítono (esdrújulo), se queda en 11.
Recuérdese que esto es Métrica española, porque existe la que se denomina Ley de Mussafia, relacionada con la antigua lírica gallego-portuguesa. Esta consiste en escandir el verso sin tomar en cuenta la compensación silábica de los finales agudos y esdrújulos. Es decir, esta sostiene la igualdad de los versos oxítonos, paroxítonos y proparoxítonos en el cómputo silábico. Aquí tenemos un ejemplo:
«Mí/os/ fue/ron,/ mi/ co/ra/çón,
los vuestros ojos morenos;
¿quién los hizo ser agenos?»
Si leemos este primer verso sin aplicar la ley de Mussafia, nos paecerá largo, pero recurriendo a esa ley, propia de la poesía en otras lenguas casi ajenas a la española.
Conclusión
Hay, por su puesto, otros fenómenos métricos que afectan la medida del verso (aféresis, síncopa, prótesis, epéntesis, paragoge, Etc). Pero los explicados aquí son los indispensable para medir bien el verso. El que aspira a escribir poemas con métrica debe conocerlos a la perfección, porque de eso dependerá la calidad rítmica del verso, y, por lo tanto, del poema.
Recuérdese que de la atención a los detalles surge la excelencia. El poeta debe estudiar esto y esforzarse en dominarlo. Se requiere esfuerzo y dedicación para ser buen escritor. Los holgazanes siempre serán mediocres y jamás alcanzarán la excelencia.
Hay fenómenos, como la sinalefa y el hiato, que siempre estarán presente en nuestra lengua, y por lo tanto en la poesía, pero hay otros, como la sinéresis y la diéresis, que deben ser usados con infinito cuidado, porque si se les usa mal pueden darle un sabor artificial al verso. Evitemos que el poema parezca mecánico y/o artificial. Pero no hay que preocuparse, pues el dominio de estos fenómenos nos llevará a escandir de la mejor manera posible, y esto último a evitar cualquier tipo de lastre.
¡Dios nos bendiga!
Miguel Contreras
Entrega especial para los miembros del «Curso de romance, décima y cuarteta».