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El verso alejandrino

Hablar del verso alejandrino es algo que ya había prometido a los miembros de «Introducción a la métrica». [1] Las muchas ocupaciones desviaron mi atención, pero no ha mucho tiempo mi amigo, el doctor Ricardo Bogaert, me lo recordó.

El interés surgió en mí cuando, hace más o menos un año, una «poeta» me dijo que el verso alejandrino no hace cesura en la mitad, y que, por lo tanto, admite la sinalefa. Como ha de esperarse de mí, defendí la pureza del verso. No me llevó mucho tiempo comprender que peligrosa postura se había extendido bastante.  Los alumnos suelen arrastrar los errores de sus maestros. Este era uno de esos casos. Así me lo hizo saber la poeta en cuestión.El verso alejandrino proviene de Francia. Y dícese que debemos su nombre a que fue en ese metro que se compuso el Roman d’ Alexandre, de Lambert de Tors y Alexandre de Berney, fuente del Libro de Alexandre.  Este metro fue muy utilizado por los poetas del Mester de Clerecía, pero a partir del siglo XV casi desaparece, hasta que luego resurge, con fuerza inquebrantable, en el siglo XIX, con el romanticismo. Después, a finales del XIX y a principio del XX, fue llevado a su máxima expresión por los modernistas. 

El alejandrino comparte con los otros metros esa regla que le es común a todos: ley de acentuación final. Esta establece que cuando el verso termina en palabra aguda, la última sílaba se cuenta doble, y cuando termina en palabra esdrújula, se le resta una sílaba. 

El alejandrino también se somete a las leyes que les son comunes a los versos compuestos: la cesura. La cesura es una pausa que se hace en la mitad del verso dividiéndolo en dos hemistiquios, en el caso del alejandrino, de siete sílabas métricas cada uno (7/7).  Esto hace que, en realidad, el verso alejandrino no sea tanto un verso de catorce sílabas, sino dos de siete. 

Donde muchos se confunden es en la cesura. Esta impide la sinalefa (si no lo hiciese, entonces no sería cesura), y cada hemistiquio debe escandirse como si se tratara de un verso solitario. Esto quiere decir que si el primer hemistiquio termina en palabra aguda, la última sílaba debe contarse doble, y si termina en esdrújula, debe restársele una sílaba. Para ilustrar esta idea, acontinuación, veremos algunos versos alejandrinos:

«Le vio la tarde pálida, / le vio la noche fría,

y siempre el tronco de árbol /a cuestas del titán».

Estos versos pertenecen al soneto Caupolicán, de Rubén Darío, escrito en versos alejandrinos. Si escandimos el primer hemistiquio del primer verso seleccionado (marcado aquí en azul) veremos que tiene 8 sílabas métricas, pero como termina en palabra esdrújula, se le resta una sílaba, como manda la ley, y queda en 7.  (Le. vio. la. tar.de. pá.li.da» [8-1=7]). Y si escandimos el segundo hemistiquio del segundo verso seleccionado (marcado aquí en rojo) veremos que tiene seis sílabas, pero como termina en palabra aguda, la última sílaba se cuenta doble. (a. cues.tas. del. ti.tán [6+1=7]).

Otro ejemplo:

Mi corazón la busca, / y ella no está conmigo.

Este es el verso 20 del poema 20 de Neruda, escrito todo en versos alejandrinos.  Vemos que el primer hemistiquio termina en vocal y el segundo empieza en vocal (aquí la «y» se toma por el sonido «i»), pero no hay sinalefa entre «busca» e «i».

Un ejemplo en miguel Hernández:

«Sangre de acción solar,/ devoradora vienes,

hasta dejar sin nadie/ y ahogados los balcones».

Por lo general, el alejandrino solo exige el acento fijo en la penúltima sílaba de cada hemistiquio, pero, aunque Peureux sugiere que solo el verso silábico francés con una estructura de 6+6 [2] es, estrictamente hablando, un alejandrino, lo cierto es que otros tipos se han ensayado con cierto éxito.

En fin, no sé de donde el maestro de la señora en cuestión se sacó eso sobre los hemistiquios y «su sinalefa», pero no cierto es que yerra, y no hay que ser muy culto para saberlo. Videncias hay montones.

Pero dejémoslo aquí. Para despedirnos leamos estos hermosos serventesios alejandrinos de Antonio Machado, y, al hacerlo, veamos cómo se cumplen en cada verso las reglas que os he dicho:   

Recuerdos

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,

y un huerto claro donde madura el limonero;

mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;

mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

 

Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido

¿ya conocéis mi torpe aliño indumentario?,

más recibí la flecha que me asignó Cupido,

y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.

 

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,

pero mi verso brota de manantial sereno;

y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,

soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

 

Adoro la hermosura, y en la moderna estética

corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;

mas no amo los afeites de la actual cosmética,

ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

 

Desdeño las romanzas de los tenores huecos

y el coro de los grillos que cantan a la luna.

A distinguir me paro las voces de los ecos,

y escucho solamente, entre las voces, una.

 

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera

mi verso, como deja el capitán su espada:

famosa por la mano viril que la blandiera,

no por el docto oficio del forjador preciada.

 

Converso con el hombre que siempre va conmigo

¿quién habla solo espera hablar a Dios un día?;

mi soliloquio es plática con ese buen amigo

que me enseñó el secreto de la filantropía.

 

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.

A mi trabajo acudo, con mi dinero pago

el traje que me cubre y la mansión que habito,

el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

 

Y cuando llegue el día del último vïaje,

y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,

me encontraréis a bordo ligero de equipaje,

casi desnudo, como los hijos de la mar.

 

 

Miguel Contreras

Dajabón, Rep. Dom.

6-4-2021

 

 

[1] Era un grupo taller en que impartía clases de métrica. Muchos poetas que hoy pululan por el ciberespacio se formaron ahí. «Introducción a la métrica» se trasformó en lo que hoy es ALECLI: Academia de Lengua y Creación Literaria.

[2] Esto porque, como se sabe, el francés es un idioma agudo. El verso que en español tiene 7 sílabas, en francés tiene 6.