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Sobre el Primer Concurso Nacional de Sonetos Fabio Fiallo (I)

Ha tiempo tengo en mi biblioteca, sin saber cómo llegó ahí, un sonetario. No es un sonetario cualquiera; en él se reúnen «los sonetos que fueron ponderados y algunos premiados en el Primer Concurso de sonetos “Fabio Fiallo”, celebrado dentro del marco de la II Feria Internacional del Libro Santo domingo-99».

En palabras introductorias a la antología, el entonces director de la Comisión Permanente de Feria del Libro, José Rafael Lantigua, afirma que dicho concurso fue «iniciativa de la señora Lourdes Camilo de Cuello, entusiasta coordinadora del Pabellón de Poesía». ¿El jurado? Mariano Lebrón Saviñón, Víctor Villegas, y Abelardo Vicioso. Cuando vi quiénes conformaron el jurado, no pude evitar apresurar mi lectura.

De Lebrón Saviñón sé que fue un genial sonetista, de Abelardo no he leído sonetos, pero sé por sus ensayos críticos y por su poema “Canto a Santo Domingo vertical”, que era un conocedor de la métrica. De Villegas tampoco he leído soneto, pero su poesía es exquisita y su cultura basta. Así que, era virtualmente imposible que un jurado como ese no eligiera las mejores obras.

No vengo, sin embargo, a teorizar sobre el soneto, ¿qué podría decir que no esté dicho? No obstante, para fundamentar mi línea argumentativa, plasmo aquí las siguientes palabras de Fernando de Herrera:

«El soneto es la más hermosa composición, y de mayor artificio y gracia de cuantas tiene la poesía italiana y española. Y en ningún otro género se requiere más pureza y cuidado de lengua, más templanza y decoro, donde es grande culpa cualquier error pequeño».

Muchos creen tener el ingenio que exige el soneto, por eso no ha de sorprendernos que el mismo Lantigua diga en su introducción que en este concurso participaron personas “dedicadas a otros quehaceres profesionales”, como si el soneto fuese algo que incluso un no-poeta puede hacer. Aunque, considerando, cualquiera puede hacer un soneto, pero no cualquiera puede hacer un buen soneto.

Después de las palabras introductoria de Lantigua, hay un erudito prólogo de Vicioso.  El libro está difundido en tres partes:

1) Sonetos premiados por el jurado

2) Otros sonetos perfectos, y

3) Sonetos imperfectos

Hablaré de cada una de esas partes, pero como no quiero extenderme demasiado, le dedicaré un artículo aparte a cada una. Sirvan estas notas como simple introducción al estudio de una antología de sonetos.

De 46 autores que participaron en el concurso con 136 “sonetos”, 31 fueron elegidos para la antología. Estos son: los cuatro “Sonetos premiados por el jurado”, luego los “Otros sonetos “perfectos”, y, finalmente, los 13 “Sonetos imperfectos”, “en los que podemos encontrar –dice el prologuista− no más de una o dos imperfecciones”.

Justo es indicar, para hacer honor Vicioso que se mostraba preocupado por la opinión que el público lector tendría sobre el jurado, que él se adelanta y nos advierte que «en algunos de los dos primeros grupos hemos pasado por alto el considerar como consonante una rima que es propiamente asonante, en los casos en que sucede eso se debe a particularidades propias del español dominicano, como pronunciar del mismo modo la b y la v, la s y la z, la ll y la y, o no pronunciar la s final».

Le concedo lo de la s y la z y lo de la b y la v, porque si no me traiciona la memoria, he visto en grandes poetas (modernistas principalmente) rimar s y z, pues el famoso seseo es un fenómeno extendido en casi toda la comunidad hispanoparlante.  De la v y la b, diré que su sonido es tan parecido que una de ellas (la v) terminará desapareciendo por innecesaria. Considerando que en República Dominicana rara vez se pronuncia la s, podría ser válido, aunque solo para RD, rimar arroz con escapó, pero como también debemos pensar allende los mares, no acepto esto.

Dícese también que “entre las imperfecciones halladas en el resto de las composiciones figuran: 1) endecasílabo de gaita gallega, 2) versos que no son endecasílabos porque no tienen el número de sílabas o la acentuación requerida, o 3) versos sin rimas o con rimas asonantes que no tienen las excusas antes indicadas”.

Yo, sinceramente, no hubiese dado lugar a sonetos con estas imperfecciones (y estoy seguro de que Vicioso tampoco), si acaso habría ignorado la imperfección número uno. Pero creo que el jurado se vio obligado a incluir los “Sonetos imperfectos”, porque ya habían prometido en las bases del concurso hacer un libro “con la reunión de los sonetos seleccionados”, y, por supuesto, ese libro no se iba a hacer con solo 4 sonetos “perfectos”, que fueron los ganadores.

Dicho esto, y ya preparada la entrada a mis siguientes trabajos sobre este libro, justo será despedirme. Dios mediante, nos vemos en la próxima entrega. Paz.